domingo, 25 de julio de 2010

Apocalipsis

Estando sentada en el balcón de mi residencia de verano, Una ráfaga de aire golpea las casas. Cierro el portátil, me levanto y miro hacia la calle. Hay cosas volando que nunca imaginé que vería, un vestido de lunares deshaciéndose en trozos. Zapatos. La luz de las altas farolas empieza a titubear. El temor de la gente se enciende a medida que las luces se van apagando. Se oyen gritos.
Entro a casa rápidamente, pregunto a mis padres que si han visto eso, pero realmente, no recuerdo haberles visto desde hace un tiempo. No obtengo respuesta.
Alguien que no conozco sale de mi cuarto.
- Tenemos que irnos de aquí.
Me agarra de la mano y me arrastra hacia la calle. Los objetos siguen volando y ascendiendo como si fuera la cosa más natural del mundo. Recorremos las calles al paso más rápido que nos permite el viento.
¿Dónde estamos?
Es un garaje, un Garaje que aún huele a pintura. Paredes blancas, puerta metálica, abierta. Es una estancia muy amplia y realmente vacía, juraría que ya había estado allí. No recuerdo haber entrado, y lo que veo a través de la puerta no me demuestra lo contrario. Hace sol. No hay viento. No hay vestidos de lunares volando. Viene alguien. Un hombre muy alto, con un traje azul muy llamativo y excéntrico. Se agacha para mirar por la puerta. Se va. No dice nada, hemos pasado desapercibidos, estamos escondidos detrás de un coche. ¿De dónde ha salido este coche?
Me vuelve a coger de la mano y me arrastra por la puerta, que ya no da a la calle, si no a mi residencia de verano, un poco cambiada, con colores más pálidos. ¿Cómo es posible? 
No entiendo el por qué, pero ella se empeña en que tenemos que escondernos de la gente que hay en la casa,    
a la que, por cierto, no he visto nunca. Nos escondemos debajo de la cama de matrimonio, desde allí abajo la residencia no tiene el mismo aspecto que desde fuera. Es más, tan siquiera es la misma. Un hombre gordo, sonrosado y con pelo blanco se acerca a la habitación, tenemos que salir de allí. ¿Dónde está mi compañera? Ha desaparecido. Estoy sola bajo la cama. Salgo evitando que me vean, la casa vuelve a ser la misma. corro hacia mi cuarto y me escondo bajo una de las literas. Maldición, desde la puerta se me ve. Agarro una toalla que hay tirada detrás de mi y me cubro. Como si eso pudiera hacerme invisible...
Y lo hace. Una chica de mi edad, de rasgos asiáticos, pasa por delante de la puerta, mira hacia donde yo estoy. Y justo cuando pensaba que me había visto, se marcha. Me levanto, la veo en la puerta de la otra habitación, hablando con el hombre. Desde donde estoy veo la puerta de la entrada. Miro a la chica y salgo corriendo. Justo entonces se da la vuelta. Lo justo para verme salir. 
Al traspasar la cortina me encuentro un pasillo hacia mi derecha, no muy largo, que da a otra casa. Es un pasillo al aire libre, pero en alto. Un primer piso. Lo recorro a paso rápido y entro en la residencia... o eso creía yo. La chica asiática atraviesa la cortina, me mira, abre la boca para decir algo, pero no le da tiempo, por que yo ya no estoy allí, estoy en el garaje, que ahora es negro, está oscuro y tiene rejas. Ahora es una prisión. Hay alguien a mi lado. Es un chico. Un chico al que conozco, pero no sé muy bien de qué ni cómo se llama. Me dice que me acerque... Y yo lo hago. El corazón me late muy rápido, quizás demasiado, no sé por qué. Su cara se sitúa a un palmo de la mía. Tiene el pelo un poco largo. Tengo muchísimas ganas de besarle, necesito hacerlo, pero espero una señal. 
Entonces alguien aparece. Nos separa, se lo lleva durante media hora, y cuando vuelve, su pelo se ha convertido en una fina capa que recubre su cabeza. Ya no hay melena, ahora se le ve mas bello que antes. Noto su respiración en mi rostro, estamos muy cerca. 
Mi mano acaricia su cara y sus ojos se cierran.
Nuestros labios casi se rozan, pero él abre los ojos, que brillan con luces blancas, y hace un gesto que me indica que no estaría bien que hiciéramos eso. ¿Por qué no habla? Poco a poco me alejo de él, pero yo no quiero, lucho por evitarlo, y entonces, me veo a mi misma. Desapareciendo en la oscuridad, alejándome de él. Gritando que le quiero, que no me deje sola. 
Entonces la luz del sol ha entrado por mi ventana. He despertado con un sueño en mente. Y todavía no sé cómo se llama.